martes, 25 de septiembre de 2007

SINIESTRO AZUCARADO

Como casi todos los días, después de trabajar me paso un buen rato en el gimnasio. Además de depurar la mente, también puedes depurar el cuerpo sudando un rato en las maquinitas; y si no te conformas con eso, pasas un ratín en la sauna y el baño de vapor para rematar la faena. En fín, no era eso lo que quería contar aquí, pero sirve como introducción.

Generalmente Ro y yo vamos juntos al gimnasio, pero hoy ella tenía una cita con Alejandro Sanz en el Palacio de los Deportes y no ha podido acompañarme. Eso sí, el palacio era de "Deportes", así que su plan no se alejó demasiado del mío. Bueno, no nos desviemos.
Antes de comenzar cada entrenamiento, no podemos eludir una sesión de búsqueda de aparcamiento. La zona es demasiado céntrica y además vamos en hora punta, por lo que una plaza de estacionamiento es un ente casi aleatorio que el azar puede colocar insultantemente cerca o agobiantemente lejos del gimnasio. Hoy ha sido uno de los peores días para encontrar un lugar donde dejar el trasto.
Después de dar varias vueltas y peinar la zona como si estuviese buscando a algún fugitivo, veo un coche beige en el que se monta un hombre con unos veintipico años (en adelante, ÉL). El vehículo era un Opel Kadett de los años ochenta; era una tartana que adquirió por segunda mano o heredó de alguien. A esta complicada deducción llego al pensar que si el chaval tiene veintitantos y el coche aparenta ser del año... en fín, me vuelvo a desviar y no es a lo que voy.
En fin, un coche viejo que prometía irse de allí y dejar un estrecho hueco para meter mi carroza. El conductor inicia la maniobra de incorporación al tráfico desde un reducto acotado por un moderno Audi A3 por atrás y un Daewoo Lanos en la parte delantera. No había más de un par de centímetros de separación entre cada uno de los tres. O el conductor era un maestro del aparcamiento o alguno de los coches que flanqueaban al Kadett se pegó demasiado. En un mal movimiento, ÉL tuvo la mala o inevitable fortuna de rozar un poco al A3 que le olía el tubo de escape. Sonó. Ahora sí, la mala (e inevitable) fortuna hizo que apareciese la dueñal del A3 (ELLA en adelante). Reproduzco la conversación, que la tengo fresca y no la olvidaré jamás:
-¡Me has dado! -exclama ELLA haciendo un gesto con el cuello de personaje moderno mientras se asoma a la abierta ventana derecha del Kadett- Hombre tenías que ser. ¿Eres gilipollas o qué?
-Sí, hombre soy. Así me parieron -Respondió con gran sapiencia acerca de su configuración genética ÉL- Creo que te has pegado demasiado a mi culo (intuimos que no era tal genio del arte del estacionamiento).
-¿Cómo? ¿Que me he pegado a tu culo? Me has dado tú y has dejado una marca. ¡Mira!- dice la chica mientras se agacha y utiliza el dedo señalador- ¿Te has dado cuenta de lo que has hecho?
ÉL se apea del coche e inicia una cuidadosa inspección de los daños. Roza con sus dedos y observa agachado los gravísimos deperfectos de los que ella se quejaba.
-Claro, he marcado tu coche. O quizás el tuyo ha marcado al mío con su pasividad, no obstante ahora los dos tenemos una marca exclusiva y casi idéntica. La mía azul hielo y la tuya beige, pero con la misma forma. -el chaval emepezó a sonreir- A lo mejor estamos predestinados. No hay de qué quejarse, seguro que mayores problemas tienes en tu vida.
-A tí te da igual porque tienes una mierda de coche, pero éste apenas tiene un par de meses y hasta ahora no tenía mácula alguna.
-Entonces seguro que lo tienes a todo riesgo. Un pedazo de coche así no lo tienes mal asegurado.
-Sí, pero no voy a dar parte de una gilipollez así.
-¿Ahora es una gilipollez? Antes pensé que pensaste que era un siniestro total.
-Es que me he puesto nerviosa, comprende que...
-Ya, ya. Y por eso dijiste "hombre tenías que ser". Mira que lo dejaste pegado. Bueno, tengo prisa. Tengo que llegar al taller antes que cierre.
-¿Lo vas a llevar al taller por eso? Pero si es una tontería.
-No te aclaras, pero bueno. Trabajo en un taller y esta señal es insignificante.
-Pues... ¿no tienes algún producto para borrar la mía?
-Claro, venden unas ceras que redistribuyen la pintura.
-¿Pero tú tienes?
-Sí, claro.
-Y si me paso por el taller y me la echas. Al fin y al cabo, tú has causado esto.
-Ok, pero después me lo pagas con una cerveza.
-Hecho.
-Sígueme.

Y el A3 siguió al Kadett. Lo que pasara después entre ellos lo desconozco, pero me quedé completamente a cuadros. Aparqué en el hueco que dejaron los dos y me fui a hacer ejercicio.

5 comentarios:

Sologoya dijo...

jajaj...para una vez que falto al gimnasio y mira lo que pasa..

Lo cierto es que yo soy la chica y me quedo agusto pero no me voy con un "cani" que no sabe aparcar. Además no veo porque tanto lio, teniendo el coche a todo riesgo da menos dolor de barriga, te lo digo yo, que no podria estar tranquila con el Alfa Ro a merced de cualquier energumeno.

En fin, que ya no te abandono más para ir al gimnasio (ayer la ocasión lo merecia.. ;-))

Cienes y cienes de...

Javier Romero dijo...

Era el auténtico Macanaaaaaque del que tanto hablamos. Pero bueno, fue correcto en el trato, y ella no hasta el final.

Mmmm, gracias por tus ..., sencillamente deliciosos. Recibe otros cienes de mi parte ;)

Gubia dijo...

La vida tiene esas cosas tan sorprendentes, yo esperaba algo más movidito pero menos mal que la cosa fue para bien. Un abrazo.

Meri dijo...

Juassssssssssssssssssssssss!!!!!

Es que madre mia..jaja!!! hay chicas que con un poco de labia se las pueden llevar al fin del mundo..jaja!

Poz quien sabe igual la tragedia acaba en boda!!!!

Vaya cosas te pasan...

Un enorme besote y buenas noches, descansa que no te salgas agujetas mañana!! jojo

Javier Romero dijo...

Querida Gubia, yo me esperaba algo más de tomate. Al final no, la sangre no llegó al río.

meri_ es verdad. Con un par de comentarios ingeniosos o labia, pal huerto. En fin, que cada cuál elija su modo de dejarse conquistar.

Besos para las dos.