domingo, 18 de febrero de 2007

AGUA

El agua, tan importante para la vida y tan esencial en la mía, me ha acompañado en los mejores momentos. Tan musical es ella cuando llueve, acompañada de silencio, como cuando desciende una cuesta viajando en un arroyo. Así me relaja y me llena de una paz especial cada vez que me susurra junto a la Alhambra, bajando la Cuesta de Gomérez por partida doble entre cientos de álamos que la brisa roza haciéndolos suspirar. Al igual que el mar en sus distintas formas de morir en la tierra; calmado rumor cuando la marea acaricia la arena con agua y espuma, ensordecedor estruendo cuando la golpea sin piedad, atacando una y otra vez.

No hace demasiado tiempo, junto a una fuente inmersa en un lago, algo especial sacudió mi espíritu con dolor, después tornó al amor.

¿Qué pasó? El agua lo sabe, ella nos acompañó.

miércoles, 14 de febrero de 2007

EL DÍA DE LA CRUZ


Recuerdo los paseos, a principios de mayo, por mi ciudad. Antes era todo mucho mejor, era más puro. No estoy remontándome a muchos años, sólo a un par de lustros. Ha pasado el tiempo suficiente para darme cuenta de cómo han cambiado las cosas.
El 3 de mayo se celebra en Granada el Día de la Cruz. Es una fiesta pagana con un origen religioso, con un arraigo tradicional muy fuerte que cada día ha ido autodestruyéndose por medio de los vecinos e invitados. Sus orígenes ancestrales y misteriosos contrastan con el desprecio que actualmente recibe esta fiesta.
A principios de mayo se celebrebaba antaño la Invención de la Santa Cruz (aparecía en todos los calendarios y fuentes litúrgicas mozárabes), festividad relacionada con el legendario relato del hallazgo por Santa Elena de la auténtica Cruz de Cristo. En resumen, dicho relato narra que durante las batallas contra los bárbaros a orillas del Danubio, el emperador Constantino tuvo una visión. En el cielo apareció la Cruz de Cristo junto a las palabras IN HOC SIGNO VINCIS ("con esta señal vencerás"). El emperador venció en la batalla contra la multitud sin dificultad, se bautizó y ordenó la construcción de iglesias. Envió a su madre (Santa Elena antes de ser santa) a buscar la verdadera cruz a Jerusalén y, en el monte donde se sitúa la muerte de Cristo, el tres de mayo, encontró tres cruces ocultas. ¿Cuál era la verdadera? Fácil, aquélla que realizase algún prodigio. Colocaron todas, una a una, sobre el cadáver de un joven hasta que éste resucitó.
Desde el siglo VI se estuvo celebrando la festividad de carácter litúrgico dies Sanctae Crucis hasta que se perdió en el tiempo. La celebración en la actualidad se remonta al siglo XVIII, desconociendo los detalles que motivaron la recuperación de esta conmemoración. Desde entonces, perdió su carácter litúrgico y religioso y quedó como una fiesta tradicional con la cruz como centro social. La celebración consiste en la reunión de los vecinos de cada barrio alrededor de cruces, fabricadas por ellos mismos y cubiertas de flores, plantas primaverales y mantones. A los pies de la cruz se colocan, de forma ordenada y con más o menos armonía, utensilios típicos de cocina y enseres domésticos tradicionales. Tampoco debe faltar el pero con las tijeras hincadas (tiene su significado, sí). En el entorno de cada cruz se realizan bailes típicos (sevillanas, generalmente) a la vez que también se consumen los productos más típicos de la zona (habas, jamón, tortilla, chorizo asado o frito, patatas a lo pobre, migas, pinchos morunos, etcétera), bocadillos, cervezas y fino o manzanilla.
Esta fiesta, a su modo y por parte de su contenido floral y natural, es una bienvenida a la primavera. Esa es la parte absolutamete pagana que tiene orígenes incluso romanos (las FLORALIA, fiestas romanas en honor a la flora que duraban desde el 28 de abril al 3 de mayo).
Ni soy un fervoroso creyente, ni me gustan las sevillanas. Pero hay un sabor tan lindo dentro de esta fiesta, que sólo llena el cuerpo de alegría en cada primavera. El ánimo en las calles, la belleza de las Cruces y la exquisitez de la gastronomía hacen de ella un auténtico placer para propios y extraños.
En los últimos años, sólo hay aglomeraciones, música moderna a todo volumen y alcohol que se mezcla con fluídos más desagradables y pestilentes. La excusa perfecta para convertir poco a poco a Granada en la botella de España ha ido creciendo en los últimos años. Botellones masivos, jóvenes que vienen en peregrinación etílica y que además opinan acerca de esta fiesta que desconocen. Siempre igual, la juventud dice que ha de divertirse reventando tradiciones, pervirtiéndolas y haciéndolas suyas. Las últimas fiestas han sido tan patéticas que consistían en la colocación de barras con bebidas en todas las plazas de la ciudad, surtidores para botelloneros. Ni siquiera había cruces en muchos de estos lugares.
Este año, sin embargo, el Ayuntamiento ha dado un paso importante y que celebro. Se acabaron las barras en las plazas. Se vuelve a la tradición, manteniendo las cruces en patios de vecinos y entidades como colegios, residencias y otros lugares cerrados que abren sus puertas a todos los que quieran acercarse. Se potencia la creación de cruces con subvenciones a las trazas tradicionales y golosos premios a las mejores de todas. Un impulso a una tradición que ha trascendido fuera de Granada y que se ha corrompido en demasía.
Ahora, espero volver a pasear este año y decirle a algún amigo "vámonos de Cruces".