sábado, 22 de marzo de 2008

LÁGRIMAS ENVENENADAS

capillita A las puertas de la primavera el invierno se despide este año con algunos coletazos acuosos; la sequía no remite y las pocas gotas que aún nos regala el cielo me saben a poco. Es una lástima que tantas personas, supuestamente creyentes de verdad, vean con tristeza y llanto que la tierra se vuelva a mojar. La reflexión me acerca a pensar que la fe basada en un dios bueno obliga a los creyentes a desear el bien para el prójimo y para toda la humanidad, empezando por aquellas personas más cercanas. Por esa razón jamás entenderé por qué en lugar de agradecer al Señor este alimento de la tierra, suman sus lágrimas a la lluvia por la tristeza de no poder ejercer su idolatría.

No conozco de nada al hombre que aparece en la fotografía, ni tengo nada que decir en su contra. Su llanto está justificado por todas las horas que ha perdido en el último año, o quizás por el dinero que ha podido invertir en su Cofradía. Lo que me produce cierto rechazo hacia la imagen es el inmenso dolor que refleja esa tristeza, casi de muerte o tragedia.

Cada año que la lluvia escasea es menester agradecer, al dios en el que se cree, la caída de cada gota sobre la tierra. Algo me dice que la fe que se muestra en Semana Santa no es más que una farsa, y si no que se lo digan a Aarón cuando modeló el becerro de oro junto al monte Sinaí.