martes, 5 de diciembre de 2006

MÚSICA: ESCUCHAR VERSUS OÍR


Acerca de la música se han abierto siempre muchos interrogantes en mi vida. No ya por cuestiones cualitativas o cuantitativas, sino más bien por el significado que ésta pueda tener para mí y para la gente que me rodea. Incluso voy más allá, siempre he pensado mucho en el valor genérico de la música en la sociedad.
Siempre nos ha acompañado en todos los aspectos de nuestra vida y no por eso todo el mundo ha aprendido a valorarla como esencia, sino más bien como aliciente o acompañamiento. Quizás como un instrumento social para muchos, y como un deleite emocional para otros tantos. La diferencia estriba entre oyentes y escuchantes.
Digamos que un oyente convencional (yo diría que oyente pasivo) percibe un estímulo sonoro que le acompaña y ambienta a la vez que realiza alguna acción. No tiene por qué apreciar lo que escucha, simplemente disfruta al memorizar involuntariamente una serie de melodías repetidas por parte de los medios de comunicación y la propia comunidad. Ya sean las canciones infantiles que oyen los más pequeños mientras juegan o aprenden, o los temas promocionados por las radiofórmulas que cualquier persona oye a la vez que trabaja o realiza otro tipo de acción dinámica.
El escuchante (más bien oyente activo), más bien, devora la música con toda su intención. No ve la música como un estímulo ajeno con el que convive, sino como un objetivo plenamente sensitivo. Elige la música que quiere consumir por su propio criterio, sin la necesidad de verse saturado por el mercado ni por otro tipo de influencias externas con la lógica excepción del círculo artístico del que se rodee.
La otra gran diferencia radica en el modus operandi de la audición. Cuando un amante real de la música enciende un aparato o acude a un recital, es normal que analice lo que escucha. La estructura de la obra, los matices tímbricos, rítmicos y armónicos de cada fragmento y la temática global y particular son los parámetros que, en mi opinión, pueden generalizarse para todo tipo de composición. Valorarlos en conjunto puede dar una ligera idea de la obra, y claro, un análisis pormenorizado de todos los elementos da lugar a un reconocimiento exhaustivo.
En cambio, un oyente más pasivo, es más conformista con lo que oye y disfruta de la música de otro modo… quizás más mundano. Esto no aparta a nadie del amor a la música, ya que cada cuál elige de qué modo prefiere conceder su atención.
Sin entrar en descripciones formales, es cierto que hay algunos estilos musicales más elaborados que otros. Pero el factor de calidad básico en la música no recae en el estilo, instrumentos o idioma en el que se realice, sino en la intención de terminar una obra para ser disfrutada… no sólo vendida.
Esto sólo es una opinión dedicada a los amantes de la buena música.