miércoles, 9 de abril de 2008

LLUVIA DE ABRIL, TRAICIÓN DESDE FEBRERO

Llegamos a Sevilla cerca de las once y media de la mañana puesto que la entrevista estaba señalada hacia mediodía. Costaba trabajo encajar que en casi tres horas de viaje, sin tener en cuenta el rato empleado en desayunar en una estación de servicio, apenas cayó una gota de agua del cielo. Al pasar de Osuna comenzó a apretar la meteorología con la producción de lluvia desde un cielo que parecía más bien un techo de cemento.

El acceso al edificio al que nos dirigíamos no fue complicado; era difícil encontrar aparcamiento en aquel lugar, aunque Rocío tiene la fortuna de encontrar dónde dejar el coche en el lugar preciso. El único lugar que encontramos estaba situado precisamente frente a la puerta principal. Junto a ella se amontonaban varias personas que debían estar tomándose un receso antes de continuar su trabajo. Mi entrevista se dividió en varias partes y, entre cada una de ellas, tuve que cambiar de edificio y dejar que la lluvia me dejase chorreando (eso pasa por no llevar paraguas). Mientras tanto, posiblemente a un par de kilómetros miles de sevillanos y foráneos se estaban remojando entre el albero y los toldos de la Feria de Abril.applus4

No voy a describir en consistió lo que hice, ya que carece de importancia. La otra lluvia que me cayó encima, o mejor dicho, por la espalda, fue la que hizo sangrar lágrimas de decepción unas horas antes. Sí, un día antes. No tengo remordimientos en decir que me han traicionado en la empresa de la que formaba parte, escondiendo la verdad tras excusas que sólo me ayudaron a cavar mi propia tumba. Se me exigió una labor que cumplí y se me exigió ejercer de algo para lo que nunca fui formado. No conseguí menos resultados de los que realmente se podían conseguir, no dejaron que trajese de la forma más segura el verdadero objetivo que se perseguía, ya que los parámetros dependían de una estúpida lista.

Todo terminó de forma brusca y premeditada, sin que yo supiese nada. Todo estaba calculado y lleno de falsas esperanzas, cierta estabilidad garantizada (al menos hasta agosto de este mismo año) y un trato especialmente amable en las últimas semanas. Se exigió que dejase todos mis proyectos al día, por si faltaba algún informe; se me exigió que terminase la dichosa documentación técnica con una minuciosa y elaborada preparación. El día antes de la entrega de este trabajo, y sabiendo que todo estaba correcto y no había nada que corregir, se firmó mi sentencia. Ya olía yo que las cosas no iban a ir demasiado bien en esos momentos, pero jamás pensé que el final llegaría de ese modo.

Sólo me siento traicionado e insultado. Siento que no se ha valorado mi trabajo y que  parte del equipo director de mi sección ha aprovechado hasta el último minuto de mi presencia para salvar la cara de otros. Todo lo demás que me gustaría decir por aquí me lo reservo para otros momentos y para momentos más intimistas.

Ahora espero que la lluvia que quede por llegar en abril, como la de Sevilla, sea de agua y no de barro.