jueves, 27 de noviembre de 2008

LAZOS NAVIDEÑOS

P1040612En el fondo el tiempo pasa y los que seguimos, pues seguimos. Descubrí hace tiempo que los vínculos entre las personas no son eternos, ni son dogma. Ni siquiera hay que esforzarse por mantener todos.

Cada año, parece mentira, cavilo acerca de estos mismos temas por la cercanía de la Navidad y todos los compromisos que conlleva, o más bien todos los tópicos que hay que cumplir. Que si amistad, que si familia, que si espíritu navideño y esas frases.

En realidad me encanta la Navidad, sobre todo porque hace frío y la ciudad está ambientada y especialmente preciosa. El resto de motivos van cayendo poco a poco, pero cayendo. Y no estoy cabreado con el mundo ni con la gente, ni siquiera guardo rencor a nadie. Hubo un tiempo en el que había cosas que importaban, sobre todo por el alto valor tradicional.

La Navidad no es más que una dilatada época del año que contiene días festivos y el cambio de año según el Calendario Juliano, calculado más o menos según el nacimiento de Jesucristo. Por eso, si apenas me alegro y me felicitan cuando cumplo años, no me alegro más porque Jeuscristo celebre sus póstumos aniversarios, aunque reconozco y comparto el amplísimo valor tradicional de esa noche. Desde luego, después de la lotería de Navidad, es el primer hito realmente navideño que nos ocupa cada año.

Bien, como iba diciendo, las reuniones familiares son inevitables. Me gustan, simplemente, sin volverme loco. Reunión anual, mucha comida, besos y saludos y cada vez menos regalos. Es lo que tiene deja r de ser un niño. Se habla en la mesa de muchas cosas, así que celebramos esa reunión sin apenas cantar villancicos ni acudir a la misa del Gallo. Tampoco bendecimos la mesa ni hacemos prolegómenos piadosos; está claro que lo importante en cada Nochebuena es el hecho de vernos todos los que quedamos y podemos coincidir, si más.

Todos los años, también, se hacen las cenas o almuerzos de empresa. Parece que se trata de una especie de "acto de unión" de los empleados por decisión de los empresarios. Una invitación para luego decir que som collonuts, que nos queremos mucho todos y esas cosas, incluso que no está mal limpiar el sable del jefe de vez en cuando. Pero cuando se pasan las borracheras todos somos otra vez igual de capullos. Nos pulsamos el reset que todos llevamos en el culo y a empezar de nuevo.

Cada año también nos hemos reunido algún grupo de amigos para actualizar vidas y relaciones. Como si fuese un checkpoint vital, una tradición que nada tiene que ver con, quizás, el motivo inicial por el que se creó. Y así es como aquella noche de una fecha que no recuerdo, cenamos los que teníamos que cenar y luego nos fumamos unos puritos. Así queda la tradición, aunque de los puros se haya pasado a las cachimbas. Desde entonces la voluntad tornó al compromiso y todo se volvió extraño. Aquella primera noche imperó la amistad, y en otras posteriores todo se adulteró. De ahí las disputas con los pronombres quiénes, dónde y cuándo.

Este año está ya todo escrito. Disfrutaré de la Navidad, porque me gusta. Quizás haya menos regalos por obvios motivos, pero el frío y la ciudad seguirán siendo una excelente pareja. Por lo demás, reservaré parte de lo que sentía y ya no puedo sentir para cuando realmente merezca la pena.

 

Feliz mes de diciembre.