miércoles, 12 de diciembre de 2007

ROMA MMVII ANNO DOMINI

Siempre quise visitar Roma. Es mi ciudad favorita desde que tengo uso de razón, desde que amo a la arqueología y sobre todo, desde aquellas amenas clases de Historia de la Construcción a las siete y media de la tarde frente a las diapositivas de Lola. Años más tarde, he podido completar uno de mis sueños junto a Ro.
Hasta hace poco más de un año apenas había viajado por culpa de la economía, cosa en la que discrepaba con mis amigos con más recursos. Ellos siempre intentaban convencerme de que podía permitírmelo, cuando en realidad yo era consciente de su imposibilidad. En mi casa no pasábamos por los mejores momentos en cuestión de ahorros y no era capaz de exprimir a mis padres para caprichos de ese tipo. En fin, cada uno tiene su momento para realizar lo que quiere y puede y ha sido en el MMVII ANNO DOMINI cuando mis pies han podido pisar el territorio del Latium, tan laureado por el paso de la cultura romana.
En este post que, sinceramente, puede hacerse largo si no os interesa, voy a resumir el viaje de cinco días en el que tantas cosas hemos visto y disfrutado. Aquí mezclaré las experiencias con algunas recomendaciones útiles para quiénes tengan interés en visitar la capital Italiana (y se fien de mí). Los que ya la hayáis visitado, podréis comparar vuestras sensaciones con las nuestras.

EL VIAJE DE IDA
El desplazamiento hacia la ciudad eterna comenzó en el aeropuerto de Granada, ahora llamado Aeropuerto Federico García Lorca (Granada-Jaén), representado en los monitores como GRX. El vuelo despegó a las ocho menos cinco de la mañana, aunque estuvimos en el aeropuerto de Granada desde las seis, ya que la compañía con la que volamos (Vueling) empieza a facturar dos horas antes del despegue. Volamos durante unas dos horas, y los movimientos en la pista del Fiumicino-Leonardo da Vinci Aeroporto de Roma duraron unos veinte minutos. Este aeropuerto está a una media hora de Roma en tren. Desde el mismo aeropuerto se puede coger el Leonardo Express, un ferrocarril bastante antiguo que finaliza su trayecto en la estación de Roma Termini, situada en pleno centro de la ciudad.
Y así, tras una aproximadamente una hora mientras recogíamos el equipaje, encontrábamos los billetes y el vagón, y algo más de media hora de trayecto, llegamos a Roma. Encontrar el hotel no nos resultó difícil, sólo tuvimos que coger el metro desde Roma Termini, la línea A (la roja), hasta la parada llamada Lepanto. Roma cuenta en la actualidad con dos líneas de metro, la A y la B, y no sé cuándo estará disponible la tercera, ya que aún se encuentra su ejecución inmersa en reconocimientos arqueológicos.
Desde esta parada avanzamos por la Vía M. Colonna, atravesando la Piazza Cola di Rienzo para llegar al magnífico Hotel Isa situado en la Vía Cicerone.

EL HOTEL
Si algo habíamos escuchado hasta la saciedad desde hace un tiempo, es que los hoteles italianos dejan mucho que desear con respecto a los españoles. No sé si fue casualidad, si es que algún espíritu guía nos condujo o qué diablos pasó, pero se trata de uno de los mejores hoteles que he pisado en mi vida. Aparte de la zona en la que está ubicado, el servicio es excelente y la habitación realmente preciosa. Con todo de último diseño, acogedora y dotada con todo lo necesario para una estancia sobresaliente. Sinceramente, lo recomendamos a todo el que quiera una buena estancia, aunque no sea lo más económico de la ciudad.
Nunca olvidaremos los desayunos desde la terraza, con vista directa a la cúpula de San Pedro.
La Vía Cicerone, en la que está situado el hotel, desemboca de modo ortogonal en la Piazza Cavour, situada junto al Castel Sant' Angelo, un colosal edificio ecléctico que precede a la Città del Vaticano. Como ya he comentado, el lugar en el que está situado el hotel es privilegiado. Aparte de las vistas que goza su terraza, se encuentra en una zona fantástica tanto por lo que hay en ella como por la facilidad de transportarse a los lugares romanos más significativos. Desde la Piazza Cavour cogíamos el 87 que nos dejaba en la Vía dei Fori Imperiali, junto a los foros y el Coliseo. Merece la pena sólo por eso, ya que hay hoteles muy retirados del centro que te hacen depender en exceso del transporte público.

LA CIUDAD
Resultaría excesivamente complicado describir esta ciudad con palabras, ni siquiera con la intención de hacer un pequeño resumen. La mejor solución, para mí, es huir de viajes organizados y lanzarse un poco a la aventura, aunque planificando un poco las rutas. Si tuviera que quedarme con algo, sería por una parte con la zona de los foros y el Coliseo y por otra, con la Plaza y Basílica de San Pedro en el Vaticano.
Aún así hay cientos de cosas por ver que quedan a veces ocultas al ojo de un viajero controlado por una agencia de rutas turísticas. Si tuviese que buscar algún defecto a esta visita, fue el exceso de turistas concentrados en unos pocos sitios, como la Fontana di Trevi, la Basílica de San Pedro o la Capilla Sixtina. Ciertamente son lugares tan conocidos que nadie quiere ir a la tumba sin haberlos pisado, pero creo que por desgracia, esa forma de actuar choca frontalmente con la filosofía original de aquellos lugares. No se puede contemplar la obra maestra de Miguel Ángel mientras estás rodeado de cuatrocientas personas y decenas de flashes en apenas ochocientos metros cuadrados. Sólo puedes presumir que has estado allí, sin poder maravillarte en realidad con aquello. Creo que los lugares tan exclusivos en el mundo deben ser mucho más excluyentes a las visitas; estoy seguro que ni las tres cuartas partes de los visitantes tienen interés por el arte, sino el anhelo de estar en uno de los sitios más nombrados del mundo.
Al final de post he dejado una pequeña colección de algunas de las fotografías que hicimos estos días.

MOVIÉNDONOS POR ROMA
A priori, Roma es una ciudad complicada, la capital del mundo durante siglos y actualmente la de Italia. Muy amplia en superficie, tiene todas las zonas de interés muy distribuídas y concentradas en algunos puntos. A mi parecer, y según mi breve experiencia, la mejor parte corresponde a los vestigios de los Foros Imperiales, el Palatino y el Coliseo. Es algo muy personal, ya que no son edificios completos ni revisten la suntuosidad artísitica de la Roma del Renacimiento, pero la arqueología es algo que llevo tan dentro que me es indiscutible inclinarme hacia ella.
El transporte público es bastante eficaz. Como ya he señalado, hay una única correspondencia de líneas de metro (A y B) en la estación Roma Termini, justo en el centro de la ciudad. Desde ahí queda la línea metropolitana formando una Cruz de San Andrés que abarca prácticamente toda la ciudad. Lo más práctico, si es posible y se tiene valor, es desplazarse en moto. Aunque no hemos conducido por Roma, queda bastante explícita la complicación para encontrar aparcamiento, destancando en el paque móvil de la ciudad utilitarios de escasa batalla como los Smart o el clásico Fiat Cinquecento. Nosotros nos surtimos de buen calzado y completamos nuestras rutas con los autobuses urbanos.
Los autobuses son muy peculiares, ya que el sistema de pago es bastante diferente al que tenemos en España. Los billetes se compran en los estancos (Tabacchi) y se validan con unas máquinas distribuídas entre las barras verticales de los vehículos; validar un billete es obligatorio, aunque a poca gente se le ve hacer. Los conductores no vigilan la afluencia de pasajeros y dejan en voluntad la validación, por lo que la gran mayoría de usuarios realizan sus desplazamientos sin gasto alguno. Eso sí, las advertencias de grandes multas están por todas partes.
La línea que más y mejor funcionó para nosotros era la 87, que partía de la Piazza Cavour, situada junto a la calle de nuestro hotel. Nos trasladaba directemente hasta la zona del Coliseo y desde allí nos movíamos por toda la zona.

LA COMIDA
Comer en Roma es igual de placentero que pasear por sus calles. Sin más, quedan los precios al mismo nivel de aquí prácticamente y con una superlativa calidad. Por supuesto, la recomendación directa que os ofrecemos es degustar la recurrida Pizza al Taglio; trátase de la pizza al peso en venta directa a la calle, como ocurre aquí con las croissanterías. En este caso, la pizza ofrece multitud de variedades, según el lugar donde se compre, y se sirve partida en dos y cerrada, como si fuese un bocadillo. Junto a la Piazza Navona está la pizzería Salemiele, que nos ofreció refrigerio en más de una ocasión y la recomendamos también.
Los restaurantes ofrecen gran variedad y calidad en varios escalones de precios. Sería también largo hablar de esto, así que recomendamos la Trattoria Luzzi, situada en los aledaños del Coliseo, en la Via di San Giovanni in Laterano, con amables y graciosos camareros, ofreciendo una desenfadada y modesta forma de servir, increíble calidad y precios muy asequibles. La pasta y el cordero fueron dos de los mejores platos que jamás antes había probado, sin hablar del vino de la casa, servido en una botella con boca ancha (sin llegar a ser un decantador) y aun precio que no superaba el par de euros.

En definitiva, y sin escribir aquí muchas de las cosas que se quedan en la cabeza, Roma es una ciudad a la que estoy seguro que volveré, ya no por haber tirado la moneda en la legendaria fuente, sino porque sigue llamándonos.

IMÁGENES