martes, 30 de enero de 2007

MENS SANA IN CORPORE SANÍSIMO

Tantos años haciendo deporte acaban haciendo mella. Y es que, aunque no he sido un deportista de élite ni competí a gran nivel, nunca he dejado de practicar algún deporte con cierta frecuencia.

Siempre me he sentido muy atraído por el baloncesto. Quizás hubiese necesitado algunos centímetros más para destacar; la naturaleza nos fabrica con características que no podemos cambiar.

Recuerdo también que un año, hace casi dos décadas, estuve apuntado en el equipo de balonmano del cole. Mi recuerdo acerca de este deporte es nefasto, más por los compañeros que por el juego. Siempre había sido el deporte protegido del cole en detrimento del baloncesto, por ejemplo.


Mi incursión en el fútbol sala fue demasiado fugaz. Se me dió bien el poco tiempo que estuve, pero no tardó en picarme el baloncesto... El deporte de la canasta siempre ha tenido un atractivo capaz de hacerlo destacar entre mis preferencias. Desde entonces y hasta el año pasado, no he dejado de jugar a este deporte. Sólo hubo un paréntesis de dos temporadas en los que no lo practiqué.

Este año ni hay equipo ni hay nada. Cada vez todos estamos más aislados y nadie quiere comprometerse por motivos... personales. Tendríamos que colgar un cartel en muchos sitios con el epígrafe:

EQUIPO DE BALONCESTO: FALTA PERSONAL

Al cuál los lectores responderán "¡QUE LA TIRE EPI!". Así estamos, ahora cada uno tiene que buscarse la vida para hacer deporte. Es cierto que algunos miembros del equipo aún se congregan en una cancha para jugar los domingos por la mañana. Pero a mí, realmente, me da pereza por varios motivos:

-La cancha está en la otra punta de la ciudad
-Los domingos por la mañana no me levanto antes de las 10 a no ser que algún plan me satisfaga de antemano
-No hay ni siquiera una fuente o grifo en los alrededores. Recordar que el baloncesto, y más al aire libre, ensucia mucho las manos. Y luego las manos van al pan... y no voy a recorrer toda la ciudad de nuevo sin lavarme las manos, claro está.
Y todo por no pagar un € el sábado por la tarde. En fín.

Ahora, este año, prefiero dedicarme a flotar para fortalecer mi cuerpo y alma. Siempre me he sentido también atraído por la natación (y por la nata sin ción) y nunca es tarde para empezar a practicarlo con cierta frecuencia.
Como decía la canción "Antón, Antón, Antón pirulero; cada cuál, cada cuál, elija su juego".


viernes, 26 de enero de 2007

NIEVA EN EL SUR

Ya es difícil, en estos últimos meses y en los que nos quedan por delante, ver que las nubes nos impregnen con su esencia en estas latitudes de la península. Apenas ha llovido desde aquél maravilloso puente que precedía a las navidades y que inauguraba uno de los mejores meses de mi vida. Ahora parece que el clima, herido de guerra, está dando algunos coletazos de vida invernal.
Cada vez que miro al futuro y veo que el agua no nos sobrará, imploro a quienquiera que maneje Gaia para que derrame sobre nosotros la esencia de la vida. Por eso me alegro y me muestro incluso más agradable los días lluviosos que los soleados. Ahora, parece que el agua viene vestida de blanco, de gala. El frío viene precioso y limpio del cielo para morir derretido y sucio en el suelo.

Y lo más bonito, lo que más me gusta y más me estremece, es el silencio que se escucha entre los copos.

domingo, 21 de enero de 2007

A TOUT LES AMIS

A veces, muchas veces, me gusta reflexionar acerca de mi vida. No sólo de la mía, sino de todas las que me rodean y algo tienen que ver conmigo. La vida es, sin duda, un viaje cuyo destino todos conocemos y tenemos que asumir.
Cada compañero de viaje que nos encontramos goza de unos privilegios vitales en esta vida, y a algunos les he tenido una altísima estima. A otros aún se la mantengo, a otros empiezo a tenérsela y por supuesto, a algunos casi los he olvidado.
Olvidar o recordar a una persona no sólo depende de nosotros mismos. Algunas veces, por suerte, surgen esos llamados reencuentros en los que recuerdas que algunas personas significan para tí más de lo que piensas a lo largo de la cotidianidad de los días. Otras veces no llegan esos momentos y algunas personas caen en el olvido... por eso tenemos que cuidar aquellas amistades que notemos especiales.
No puede ser, como dijo mi buen amigo Pipo, que sólo nos acordemos de quiénes somos una o dos veces al año, para más inri en fechas señaladas. En esas fechas no hay que hacer esfuerzo alguno para recordar a nadie. Sabes que te vendrá, por inercia, a la mente. No sale de tu alma el esfuerzo por retomar un contacto.
No podemos dejar sólo a la casualidad que dos, tres o cuatro personas se reúnan de nuevo tras largos meses o años sin siquiera dirigirse una palabra o un abrazo. A veces es posible que el distanciamiento sea forzado por situaciones absolutamente ajenas, pero eso es algo que cada día veo más raro. Es cuestión de querer verse, de quererse y de preocuparse por esa persona.
Por eso, les doy las gracias a todos los que han sido mis amigos, a los que actualmente lo son y a los que algún día lo serán por hacer de mí parte de quien soy.