Tantos años haciendo deporte acaban haciendo mella. Y es que, aunque no he sido un deportista de élite ni competí a gran nivel, nunca he dejado de practicar algún deporte con cierta frecuencia.
Siempre me he sentido muy atraído por el baloncesto. Quizás hubiese necesitado algunos centímetros más para destacar; la naturaleza nos fabrica con características que no podemos cambiar.
Siempre me he sentido muy atraído por el baloncesto. Quizás hubiese necesitado algunos centímetros más para destacar; la naturaleza nos fabrica con características que no podemos cambiar.
Recuerdo también que un año, hace casi dos décadas, estuve apuntado en el equipo de balonmano del cole. Mi recuerdo acerca de este deporte es nefasto, más por los compañeros que por el juego. Siempre había sido el deporte protegido del cole en detrimento del baloncesto, por ejemplo.
Mi incursión en el fútbol sala fue demasiado fugaz. Se me dió bien el poco tiempo que estuve, pero no tardó en picarme el baloncesto... El deporte de la canasta siempre ha tenido un atractivo capaz de hacerlo destacar entre mis preferencias. Desde entonces y hasta el año pasado, no he dejado de jugar a este deporte. Sólo hubo un paréntesis de dos temporadas en los que no lo practiqué.
Este año ni hay equipo ni hay nada. Cada vez todos estamos más aislados y nadie quiere comprometerse por motivos... personales. Tendríamos que colgar un cartel en muchos sitios con el epígrafe:
EQUIPO DE BALONCESTO: FALTA PERSONAL
Al cuál los lectores responderán "¡QUE LA TIRE EPI!". Así estamos, ahora cada uno tiene que buscarse la vida para hacer deporte. Es cierto que algunos miembros del equipo aún se congregan en una cancha para jugar los domingos por la mañana. Pero a mí, realmente, me da pereza por varios motivos:
-La cancha está en la otra punta de la ciudad
-Los domingos por la mañana no me levanto antes de las 10 a no ser que algún plan me satisfaga de antemano
-No hay ni siquiera una fuente o grifo en los alrededores. Recordar que el baloncesto, y más al aire libre, ensucia mucho las manos. Y luego las manos van al pan... y no voy a recorrer toda la ciudad de nuevo sin lavarme las manos, claro está.
Y todo por no pagar un € el sábado por la tarde. En fín.
Ahora, este año, prefiero dedicarme a flotar para fortalecer mi cuerpo y alma. Siempre me he sentido también atraído por la natación (y por la nata sin ción) y nunca es tarde para empezar a practicarlo con cierta frecuencia.
Como decía la canción "Antón, Antón, Antón pirulero; cada cuál, cada cuál, elija su juego".