domingo, 21 de enero de 2007

A TOUT LES AMIS

A veces, muchas veces, me gusta reflexionar acerca de mi vida. No sólo de la mía, sino de todas las que me rodean y algo tienen que ver conmigo. La vida es, sin duda, un viaje cuyo destino todos conocemos y tenemos que asumir.
Cada compañero de viaje que nos encontramos goza de unos privilegios vitales en esta vida, y a algunos les he tenido una altísima estima. A otros aún se la mantengo, a otros empiezo a tenérsela y por supuesto, a algunos casi los he olvidado.
Olvidar o recordar a una persona no sólo depende de nosotros mismos. Algunas veces, por suerte, surgen esos llamados reencuentros en los que recuerdas que algunas personas significan para tí más de lo que piensas a lo largo de la cotidianidad de los días. Otras veces no llegan esos momentos y algunas personas caen en el olvido... por eso tenemos que cuidar aquellas amistades que notemos especiales.
No puede ser, como dijo mi buen amigo Pipo, que sólo nos acordemos de quiénes somos una o dos veces al año, para más inri en fechas señaladas. En esas fechas no hay que hacer esfuerzo alguno para recordar a nadie. Sabes que te vendrá, por inercia, a la mente. No sale de tu alma el esfuerzo por retomar un contacto.
No podemos dejar sólo a la casualidad que dos, tres o cuatro personas se reúnan de nuevo tras largos meses o años sin siquiera dirigirse una palabra o un abrazo. A veces es posible que el distanciamiento sea forzado por situaciones absolutamente ajenas, pero eso es algo que cada día veo más raro. Es cuestión de querer verse, de quererse y de preocuparse por esa persona.
Por eso, les doy las gracias a todos los que han sido mis amigos, a los que actualmente lo son y a los que algún día lo serán por hacer de mí parte de quien soy.