Ya es difícil, en estos últimos meses y en los que nos quedan por delante, ver que las nubes nos impregnen con su esencia en estas latitudes de la península. Apenas ha llovido desde aquél maravilloso puente que precedía a las navidades y que inauguraba uno de los mejores meses de mi vida. Ahora parece que el clima, herido de guerra, está dando algunos coletazos de vida invernal.Cada vez que miro al futuro y veo que el agua no nos sobrará, imploro a quienquiera que maneje Gaia para que derrame sobre nosotros la esencia de la vida. Por eso me alegro y me muestro incluso más agradable los días lluviosos que los soleados. Ahora, parece que el agua viene vestida de blanco, de gala. El frío viene precioso y limpio del cielo para morir derretido y sucio en el suelo.
Y lo más bonito, lo que más me gusta y más me estremece, es el silencio que se escucha entre los copos.