miércoles, 19 de septiembre de 2007

PI

Tanto he hablado de la amistad, tanto habla en general la gente de los valores que encierra ésta cuando todo lo demás falla, tanto se ensalza el vínculo humano desinteresado... tantas cosas que fundamentamos las personas para justificar que no andamos solos en esta vida, hacen que tarde o temprano nos tengamos que decidir por quiénes serán estos compañeros. Yo desde hace tiempo lo tengo muy claro. Pase lo que pase en mi vida sé que estarás de algún modo a mi lado. No nos une la sangre, pero nunca nos importó; considerar a alguien como una hermana por méritos propios y no por partida de nacimiento con apellidos comunes es algo que tiene un valor incalculable. 
Nunca olvidaré como te conocí. Fue en 1995, hace doce años. En aquel lugar en el que tantas personas pasaron ante mis ojos y quedaron alejados para siempre de mi mente por el pasivo olvido. Sin que nada fuese forzado, con gran desinterés y mucho cariño, hubo una voluntad que desde entonces sigue uniendo nuestras almas. Algunas conexiones nos unen, por encima quizás de la bóveda celeste, y nos han hecho coincidir en momentos muy precisos. Apareces tú o aparezco yo cuando más nos necesitamos, realmente como sendos ángeles de la guarda. En cualquier momento más bajo de lo normal, cuando las lágrimas están a punto de caer, aparece una frase que no las deja salir. Tras un mal momento, siempre hemos sabido apoyarnos. Si alguno necesitamos ayuda, no ha hecho ni falta pedirla; posiblemente se haya adelantado el otro ofreciéndola.
Para mí significas mucho más que 3,14.