jueves, 20 de septiembre de 2007

GRANADA Y SU FRÍO

Septiembre ya agoniza. En unas horas finaliza oficialmente el verano y el calor. El cálido ambiente sureño no responde a calendarios y es posible que tengamos que soportar algunos sudores más.
Yo soy un hombre de abrigo y manta. Me gusta dormir tapado, salir a la calle abrigado, calentarme en el hogar y no bajo el cielo. Esta mañana, como cada año por estas fechas, he notado el frescor otoñal en el rostro. Es como si el tiempo quisiera engañarme y hacerme creer que el calor pronto se irá. Sé que no ocurrirá hasta que medie octubre, pues en Granada tenemos un microclima continental que nos juega muchas bromas.

Me gusta el frío más que el calor. Quizás se deba al hecho de tener el corazón caliente. Además, sigo insistiendo que mi ciudad es más acogedora, confotable y bonita en invierno... sobre todo cuando nieva. En los últimos años ha nevado en algunas ocasiones, y el gélido aire que atraviesa las calles y llega a cortar los labios es para mí una cálida señal de recogimiento. Quizás cuando más se disfruta de las calles y las zonas más románticas de aquellos barrios que han llegado a enamorar a tantas personas.

Hace un par de inviernos, tras una copiosa nevada, tuve una preciosa experiencia que nunca antes conocí. Es tan simple como el hecho de poder tomar té caliente, con leche y canela, en una pequeña cantina árabe con sus melodías y perfumes morunos a la vez que se observaba parte de la nieve aún en el exterior. Más que nada fue la sensación de estar fuera de mi ciudad, aunque no hubiera salido de ella.

Desde luego, Granada es una ciudad anacrónica donde las haya. Viajas en el tiempo al cruzar sus barrios y notas hasta como te baja la tensión cuando llegas a la ciudad moderna tras un paseo por la Sabika o el Albayzín. Como si hubieses descargado tu emoción y tu corazón no hubiera parado de latir a toda máquina durante esos momentos de inmersión en siglos pasados. Sientes estar especialmente vivo en esos momentos. Granada en invierno es más Granada.

Y Sierra Nevada, al fondo, la acompaña desde siempre.


6 comentarios:

Ana dijo...

Granada es preciosa todos los meses del año, en compañía o a solas, la puesta de sol tiñe de naranja el cielo, la alhambra y a quien quiere mirarlo.

Javier Romero dijo...

Si... es preciosa. Siempre lo ha sido y siempre lo será mientras no quieran cambiarla. Ana, eso sí, hay muchas personas de aquí que no piensan lo mismo y siempre la critican, entre otras cosas, por ser un pañuelo.

Muchas gracias por volver a dejar algunas letras. Un beso muy grande.

Meri dijo...

Jaav, antes que nada queria agradecerte tu visita a mi 'casa' y tus aportaciones. Siempre hace ilusión tener invitados ^_^

Siempre me resulta conmovedor escuchar a una persona desprendiendo ese amor y pasión por la tierra que le vió crecer.

Solo los que vivis en un lugar tan emblemático como Granada teneis el privilegio de apreciar de veras los rincones que guardan secretos especiales como como esa inesperada escena tras la nevada. Creo que es más bonito aprender a querer una ciudad por lo que vives en ella, que aprender sus secretos a través del típico folleto con los lugares más populares.

Un saludo!!!

Javier Romero dijo...

meri_, muchas gracias por tu acertado comentario. Las ciudades no son sólo fechas, nombres e historias; vivirlas y saborear ciertos momentos hacen que sean más grandes aún en el corazón.

En una época en la que muchos amigos emigran voluntaria e involuntariamente me considero afortunado por poder quedarme aquí, pese a que alguno pueda pensar que eso sea no salir del nido.

Tengo toda una vida para viajar, pero deseo que mi punto de partida y llegada sea mi Granada.

Un beso meri_

Sologoya dijo...

Qué decir de mi tierra??...sólo agradecete que después de 27 años, sigas haciendo que me sorprenda cada día con detalles e historias nuevas de nuestra ciudad.

Somos afortunados por poder poder disfrutar cada día de ella, y además, juntos.

Cienes y cienes de besos.

Javier Romero dijo...

Ro; claro que si... hay muchas cosas por ver, y sobre todo por sentir. Desde el Alcázar del Genil hasta la ermita de San Miguel el Alto hay todo un continente de emociones. Mostrarte las que conozco será todo un honor.

Los colores del cielo se proyectan en la tierra y llenan el aire. Por la mañana, tonos ténues y frescos que se neutralizan en el grueso del día. A la caída del sol, justo cuando se convierte en una moneda de oro o una mandarina gigante, todo se vuelve anaranjado como dijo Ana. Por cierto, me apetece ahora un zumo de ese color.

Muchos besos de vuelta guapísima.