lunes, 1 de octubre de 2007

RETROSPECTIVA (II) - LA HERIDA ABSURDA

Creí en tantas cosas, y confié en tantas personas que aún noto el frío del pensamiento más solitario. Construí yo mismo mi propia jaula, pero por suerte pude abrirla desde dentro.
Me han deseado tanta felicidad, que ahora no puedo comprender por qué en libertad merezco sus desprecios y despreciables ironías.
No me arrepiento de nada, absolutamente de nada; pero las horas que han volado no han servido para nada. La tristeza me hiere cuando pienso que la confianza se ha derramado en la arena, y que todo lo que unió ahora sólo es arena seca. Sin cemento.
¿Por qué ahora hay que dibujar sonrisas, en lugar de sonreir? Dibujadas quedan sobre un lienzo de rencor, pues la jaula quedó abierta. ¿Por qué hablar de felicidad, si borramos parte del pasado para aprender a odiar? Es horrible matar en vida, aborrecer lo que se amaba y dejarse arrastrar por moralejas de desconocidos tan fáciles de decir como de olvidar.
Y sigo feliz, como al principio. Mi felicidad ofensiva me impide sufrir, pues mientras la he mostrado, otros la han padecido; cada acto pasado que nunca me ha matado me ha hecho más fuerte.
No odio a nadie. Sólo espero para cada uno, lo que cada uno espere para mí.