lunes, 29 de octubre de 2007

LA SENDA

La búsqueda, en cada momento, está escrita entre las páginas de la mente que ya hemos leído. Las palabras que recurren al amor, al desamor, al odio o a la ilusión han ardido antes de ser pronunciadas; el humo mancha el techo de la habitación y las cenizas ensucian la mirada, dejando entrever las lágrimas que el laberinto de las contradicciones ha inventado.

Quizás el futuro abruma cuando los pasos siguen con suma cojera a un guía escorado al abismo, aquél que deja tras sí huellas vacías y perfumadas de halagos y opio. El tránsito se hace placentero y duro a la vez, con incertidumbre y peligro como constante compañía de armas. Seductor es el fuego del infierno, y demasiado fría la verdad cuando se aleja de lo imaginado. ¡Las puertas se intentan abrir tantas veces y tantas otras veces han sido bloquedas por la fuerza de la pesadumbre, por la persistencia del vacío que impera en la falta de razón ajena! Y así el rencor termina por abrir otras más peligrosas para acabar de una vez con la ilusión.

Los ojos esquivarán esas miradas que emanan tanto poder sobre el camino que aún queda por avanzar, y así la senda será el deseo de una felicidad creada y no pactada. Sólo quedan unos pasos para llegar a la fuente que siempre espera, que con agua fresca traspasa la garganta y disuelve las cenizas que sugerían a las pesadillas de la soledad en compañía. La sed está calmada al fín y las fuerzas que parecían podridas renacen entre suspiros y abrazos. A partir de las sonrisas renovadas, la luz difumina la sombra que antes fue el guía hacia ningún lugar. Ahora el momento se impone al lamento y cada visión lejana no es más que la siguiente pieza de la vida.

Así es la senda. Vivir para pensar, decidir y llegar; no morir en vida ni dejar que el aliento de la decadencia sea la bandera del camino.

1 comentario:

Gubia dijo...

El camino de la vida y sus senderos que van y vienen y se cruzan...a seguir caminando.Un abrazo