Salimos de Granada con la ilusión como sangre que circulaba por nuestras venas al ritmo de los latidos de la batería de los Héroes del Silencio. Allí en el estadio todo era ya espera hasta que los acordes de El Estanque apagaron las luces y encendieron los gritos. La magia del directo no es fácil de describir, puesto que aquí sólo se puede escribir lo que captan los sentidos y no los sentimientos.
En realidad yo apenas podía ver algo. La muchedumbre ascendía a más de setenta mil almas en un par de hectáreas de sonido, luz y humo. Grandes pantallas nos permitieron hacer una idea de lo que ocurría en el escenario durante la magistral actuación repleta de clásicos como La Carta, Con Nombre de Guerra, Mar Adentro, Maldito Duende, Entre Dos Tierras, La Herida o La Sirena Varada.
Era una pena que la ausencia en este caso fuese una laguna, que apenas pudimos cruzar con tan sólo algunas llamadas. Entre dos tierras estuvimos; desde Sevilla a Granada los Héroes del Silencio cantaron La Chispa Adecuada, acompañados de setenta mil voces desgastadas y desgarradas ya.
Las emociones contenidas ya sí que pudieron conmigo y las lágrimas cayeron hasta el suelo. Sentir la música en su estado más puro en una canción como ésta no es fanatismo ni idolatría, es una superposición de recuerdos perfumados por el tiempo que pasó y el mágico aura de las notas musicales. En ese instante estaba rodeado de decenas de miles de personas y sólo faltó una, que me acompañó en el momento más emocionante de toda la noche.
Después los instrumentos se apagaron y el cielo, como aquella vez, volvió a llenarse de chispas.
Puente del Alamillo (Sevilla)