martes, 11 de septiembre de 2007

ANDAMIOS, PORROS Y ACCIDENTES LABORALES

Hoy estoy furioso. Cabreado y con mala leche. Llevo poco tiempo trabajando para que se cumplan las medidas de seguridad en las obras, pero lo suficiente para saber a qué demonios sabe el pastel.

El motivo de mi cólera se debe a los propios obreros, no a las constructoras ni empresarios de la construcción. Hay leyes, normas, cargos y mecanismos oficiales suficientes para arrancar de un cuajo los tejumentos procreativos de cualquiera que pertenezca a la élite. Sin duda, el problema es que los propios obreros no cumplen las medidas que tienen a mano en muchos casos (no en todos, por suerte hay personas que aún valoran su propia vida).
Hoy hemos pillado a tres niñatos que trabajan en un andamio fumándose sendos porros en su rato de descanso. Obviamente no se los fumaron en el andamio, pero iban a volver al tajo en cuanto se lo terminaran.
También hemos visto a un operario subido en una tabla al lado de un hueco con una caída de más de treinta metros sin ningún tipo de sujeción ni barandilla. Porque no le salía de las gónadas.
Un chavea agarraba una artesa llena de cemento transportada por una grúa subido a una plataforma, de espaldas al vacío y sin protegerse. ¡Ah! El arnés estaba colgado de un puntal en lugar de sujeto a su culo.
Podría seguir hablando mucho más, pero es que no podría dormir del calor que produciría la ebullición de la sangre en mis venas.
Luego harán huelgas, paros frente a los órganos públicos, acusarán a los empresarios y llegarán banderitas y siglas.
En fin, cada uno sabe lo que hace con su vida. Por lo menos yo cuido de la propia.